Esta actividad productiva, con 200 años de historia, ha sido el puntapié inicial de la gran revolución tecnológica e industrialización de vastas superficies de nuestro territorio subtropical, propiciando la formación de pueblos como consecuencia ineludible de los grandes movimientos sociales generados por la demanda de mano de obra.
A lo largo de su historia, la producción de azúcar se ha incrementado siguiendo el crecimiento de la demanda interna y las decisiones macroeconómicas que acompañaron la redistribución de las “economías regionales” en la vida institucional de nuestro país. Esto, ha generado que esta actividad desaparezca de algunos espacios, pero que se mantenga pujante en muchos otros, evolucionado y ampliando los productos derivados del cultivo de la caña, tales como alcohol y bioetanol, papel para la industria gráfica y una cantidad enorme de productos que tienen como principal materia prima al azúcar.
Este noble cultivo, ha permitido que importantes superficies se mantengan productivas por espacio de décadas e incluso en algunos sitios por más de 100 años de cultivo permanente, generando a partir del residuo de la caña el combustible necesario para mantener la demanda energética de la propia industria e incluso incorporarla a la red de distribución.
Sin duda mucha agua ha pasado bajo el puente, en términos sociales, políticos, ambientales y tecnológicos, desde aquellos principios de la actividad hace un par de siglos atrás. Sin embargo lo llamativo es que a pesar de los grandes cambios regionales que han ocurrido en este dilatado período, hoy el cultivo de la caña se presenta tan pujante como en aquellos albores cuando el futuro de gran parte de nuestro territorio norteño apostaba a su desarrollo.
El gran desafío por delante es sin duda, que el cultivo de la caña siga generando oportunidades de mejora de la calidad de vida de nuestros habitantes, siga siendo motorizador de nuestras economías regionales y ahora más que nunca, que su cultivo e industrialización sean un aliado de la conservación de los bienes y servicios ambientales de los que esta actividad seguirá dependiendo estrechamente.
Los invitamos a recorrer, a través de esta Bitácora “La Ruta del Azúcar”, nuestra geografía de la mano de una de las aventuras humanas más fascinantes, la modificación de grandes extensiones naturales dotándolas de infraestructura y desarrollo productivo y posibilitando a las poblaciones regionales mejorar su calidad de vida sin recurrir a la migración y al desarraigo, conservando a su vez importantes espacios naturales de nuestro territorio.